Saltar al contenido

Las rayas de las cebras, una estrategia contra los tábanos

En África, hábitat natural de las cebras, los tábanos y otros insectos voladores transmiten enfermedades mortales como la tripanosomiasis, la anemia infecciosa equina, la peste equina africana y la gripe equina. El pelaje fino de las cebras las expone todavía más a la picadura de los insectos hematófagos, motivo por el cual las cebras han desarrollado estrategias evolutivas para su protección.

Desde hace 150 años la comunidad científica sospecha que las elegantes rayas de la cebra podrían responder a una motivación evolutiva para reducir las picaduras de los insectos, y se ha demostrado durante los últimos 75 años. De hecho, los investigadores de este estudio utilizaron una manta para caballos con rayas de cebra, comercializada con este fin. Lo que no quedaba claro era el mecanismo por el cual los insectos hematófagos se dejaban desviar por este pelaje. El equipo del presente estudio planteó que los insectos podrían errar en la detección de una cebra desde la distancia o de cerca, por malinterpretar las rayas debido a la óptica en la aproximación o por interferencia en las señales de respuesta para el aterrizaje.

¿Quiénes son los atacantes?

Los investigadores se centraron en las dos especies de tábanos (Haematopota pluvialis y Tabanus bromius), que según su costumbre molestaban a un grupo de cebras comunes y a varios grupos de caballos, cada uno en su cercado, en una granja del suroeste del Reino Unido. Los tábanos son unos insectos dípteros que cuentan con una gran probóscide, esto es, una especie de trompa, con la cual perforan principalmente la piel de los équidos para extraer su sangre. Los investigadores examinaron el comportamiento de estos tábanos alrededor del grupo de cebras, en comparación con el comportamiento que mostraban con un grupo de caballos en los cercados adyacentes, cuyas capas eran de color uniforme (tordo muy claro [blanco], tordo medio, castaño y negro).

Realizaron observaciones directas con una persona situada a cada lado de un équido a una distancia de 1-2 m, que tomaban nota del comportamiento de los tábanos, y observaciones mediante una cámara de vídeo situada a unos 2-3 m.

Definieron el comportamiento de los tábanos a observar:
  • Contacto: definido como una aproximación fallida con contacto muy breve de duración inferior a un segundo
  • Intentos fallidos de aterrizaje o aterrizaje muy breve (menos de dos segundos), seguido por una retirada.
  • Aterrizaje: más de dos segundos de permanencia sobre el équido, que normalmente duraba entre 20 segundos y 10 minutos.
  • En el caso de las cebras, observaban si se posan sobre las rayas blancas o negras.
  • En los aterrizajes, registraron el número de veces que deambulan sobre el pelaje o perforan en busca de sangre.
  • En el experimento con mantas, estas cubrían las nalgas, el dorso, el costillar, el vientre, la cruz y el cuello del caballo, pero no la cabeza ni las orejas.
¿Cómo se observó?

Las trayectorias de los tábanos se registraron por vídeo con una imagen congelada cada 0,02 segundos; así se pudo digitalizar la trayectoria de vuelo. Las trayectorias se dividieron en tres segmentos: aproximación, retirada y estudio (período entre los dos anteriores, cuando el insecto circulaba alrededor del animal con intenciones sanguinolentas).

En todos los trayectos se midieron la velocidad, la duración y la complicación del vuelo (distancia volada dividida por la distancia desde el punto de inicio al final, ya que los tábanos describían trayectos tortuosos como una carretera de montaña muy revirada). Se prestó atención especialmente a la velocidad de vuelo de los 0,5 segundos previos al aterrizaje o contacto, que es el tiempo en que el tábano normalmente decelera para posarse efectivamente sobre el équido.

Las observaciones se realizaron a lo largo de varias sesiones en condiciones meteorológicas similares.

Experimento con mantas

Se realizó un experimento en el cual cubrieron los caballos con las diferentes mantas, la de rayas de cebra, la blanca y la negra. El número de veces que los tábanos tenían contacto o aterrizaban en las mantas de color uniforme era muy similar, pero los contactos y aterrizajes en la manta rayada fueron escasos.

Por tanto, se pudo confirmar que el camuflaje beneficiaba al caballo.

Ahora bien, en la cabeza de todos los caballos, los tábanos pululaban a sus anchas, independientemente de la manta que cubriera el resto del cuerpo.

Trayectorias de vuelo

En comparación con los caballos, la aproximación de los tábanos a las cebras se producía a una velocidad más alta, aunque su complicación de vuelo era parecida.

Pero esas altas velocidades con las que el tábano se dirigía a la cebra, auguraba el funesto final de la misión: durante los últimos 0,5 segundos antes del contacto, los tábanos que aproximaban a las cebras no lograban decelerar de forma controlada al final de su trayecto, como sí hacían con los caballos. Los tábanos a menudo impactaban contra las cebras, sin poder posarse en ellas e iniciaban la retirada. Se ha comprobado un error en la deceleración por interferencia de las rayas de cebra, pero aún se desconoce el mecanismo utilizado por los tábanos para iniciar el aterrizaje controlado.

Comportamiento del tábano posado sobre el hospedador

Una vez un tábano se había posado sobre una cebra, no había diferencia en el número de veces que deambulaba sobre el pelaje en relación con el caballo, pero las perforaciones de la piel en busca de sangre fueron claramente inferiores en número.

Los experimentos mostraron que los tábanos pasaban más tiempo en la cara, cuello y, en menor medida, sobre las extremidades delanteras, lugares donde el équido no puede espantarlos con su boca o cola, aunque también es cierto que estas son las zonas donde el pelaje es menos denso. Las defensas más efectivas del équido, en las que el tábano permanecía durante el periodo más corto, fueron las contracciones de la piel y el fuerte agitar de la cola. En general, el tiempo que el tábano permanecía posado sobre la cebra era más breve que el tiempo en que incordiaba al caballo.

La respuesta de los équidos al huésped y a la picadura

Dado que los caballos sufrieron en mayor medida la molestia de los tábanos, no sorprende que reiteraran todos los patrones de conducta defensivos en mayor medida. Estos comportamientos equinos fueron las contracciones de la piel (sobre hombros, vientre), patear el suelo, rozar y morder, con tal de deshacerse de tan desagradables huéspedes. En este punto cabe señalar que la cebra rechazaba el ataque del tábano con mayor agresividad, con un agitar fuerte de la cola, mordiscos y con una tendencia a apartarse e incluso, salir corriendo ante el ataque del tábano.

A mayor conocimiento, más preguntas

Durante los experimentos, el caballo tordo atrajo menos tábanos que las cebras, pero soportó un número de aterrizajes efectivos similar a las cebras. Esto deja abierto un nuevo estudio sobre la capa torda (gris) de los caballos, ya que la óptica del tábano haría que este también vea las rayas de la cebra en un tono gris durante su aproximación.

Se ha observado cómo las cebras agitaban la cola con especial fuerza. Una conclusión podría ser que tanto las rayas como el comportamiento relativo a la cola podrían estar parcialmente bajo control genético. Por ello, ambas estrategias de defensa contra los parásitos, la morfológica y el comportamiento, podrían estar supeditadas a una intensa selección en las cebras.

Artículo original en inglés:

Caro T, Argueta Y, Briolat ES, Bruggink J, Kasprowsky M, Lake J, et al. (2019). Benefits of zebra stripes:Behaviour of tabanid flies around zebras and horses. PLoSONE 14(2):e0210831 sujeto a licencia Creative Commons Attribution License

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *